Partiendo de la posición del misionero, el pasivo puede poner las piernas sobre los hombros del activo (que puede quedar prácticamente de rodillas e incluso en cuclillas), en cuyo caso encontramos una posición variante de aquella, que recibe el nombre de “la silla colgante“.
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Las caderas del pasivo queden elevadas, y los muslos flexionados sobre su pecho. El orificio anal queda totalmente expuesto, y la penetración, más controlada por el activo, llega a ser muy profunda, casi vertical.