Octavio… la memoria permanecerá (3/3)

Octavio García (D.E.P.  agosto – 2018)

Al hablar con Octavio la sensación de la piel erizada ante su historia, su sufrimiento. Al revivir toda la entrevista al transcribirla para nuestros y nuestras lectoras, vuelvo a sentir las mismas emociones. El convertir una conversación en un texto para la revista filtra y cambia muchas de las emociones, muchas de las expresiones. Pero una se me quedó grabada a fuego: “¡Fue terrible, terrible, terrible!”

Octavio García, en una foto de 1972 (41 años)

OCTAVIO GARCÍA: Una vez al mes venía un tal D. Arístides que era un sargentillo del ejército a vernos, y si te dolía la barriga te daba una aspirina, si te dolía la cabeza te daba sal de frutas…

La inspección médica era humillante. Cuando iba a la cárcel a Barranco Seco, a hacernos la exploración con un espéculo para ver si estábamos “desvirgados”. Yo me negué, y entonces me puso en el informe que era homosexual activo y pasivo. Fue lo único que hicieron, porque ni nos vieron jueces, ni nada. Con el tiempo, lo que son las cosas, ignorante de mí, yo iba por el mercado para ganar algo de dinero llevando las compras a las casas, y al tiempo me enteré que uno de a los que yo siempre le ayudaba, había sido el juez que me condenó, mi verdugo. Fue terrible para mí cuando lo supe.

Para todo eso se nos dice que se nos va a dar una indemnización, pero ten en cuenta que de aquel tiempo son pocos los que las han reclamado, por varias razones: porque están situados, o han muerto, o no quieren saber nada porque algunos de ellos incluso tienen hijos y familia y no quieren remover nada.

Pero eso no compensa nada. Yo nunca volví a ser el mismo: me cortaron las alas, las ansias de vivir, de aquel chico joven, alegre, no quedó nada. Cambiaron mi vida radicalmente.

UXXS: ¿Han supuesto los informes emitidos en aquella época un problema posteriormente para usted?U: 

OCTAVIO GARCÍA: No, no, Miguel Ángel, que escribió el libro “Viaje al centro de la infamia”, los pidió, pero yo no quise ni tocarlos, no quise ver las mentiras y todo lo que decía allí. Todo eso me da asco, es que no lo soporto. Lo llevé a Valencia, donde se lo quedó el chico que tramita el tema de las ayudas, y cuando me lo quiso devolver le dije que lo olvidara, que se lo quedara. Yo no quiero saber nada de eso.

U: ¿Cuántas personas estaban con usted en Tefía cuando permaneció allí?

O.G.: Serían unos 60 o 70 personas entre homosexuales y presos comunes, que iban allí porque redimían la pena, es decir, se la disminuían, porque un día en Tefía les valía por dos y muchos pedían ir para allá para acortar las condenas. Y por homosexualidad estaríamos unos quince aproximadamente, muchos de ellos ya fallecidos, porque hoy en día me acuerdo de ellos y no fue pan con mantequilla todo lo que pasaron. Yo llego a pasar la mitad de lo que pasaron ellos y no hubiera estado ya aquí.

Yo estuve allí dieciséis meses, y gracias que me enrollé con lo del catecismo… eso fue lo que me salvó. Por eso digo siempre que mi fe me ha salvado. Pero aquello fue humillante. Ya te digo que la gente se asombra cuando saben lo que pasó, pero para saber la verdad había que pasarlo. La gente no sabe nada realmente de lo que allí pasó.

Octavio García con el Paulino Rivero (presidente de Canarias) y Marcial Morales en Tefía (Fuerteventura, 2008)

U: ¿Quizás ellos están cargando con una deuda histórica con usted?

O.G.: Bueno, de esto ya hace ya cincuenta y cuatro años, pero eso sólo lo borrará mi último suspiro. Lo que sí me sirve de orgullo y lo digo muy claro, que muchos amigos míos, muchas personas que me conocen, tratan de consolarme… ahora, entonces no podían. Pero se tiene que saber. Mucha gente no quería que todo esto saliera, querían borrar la memoria histórica… ¡¡¡NO!!! Es necesario, es justo, que todo esto salga para que todo el mundo sepa lo que pasamos. Con la edad que tengo se me quedan muchas cosas, porque estaría contando horas y horas de lo que yo pasé.

Al salir de Tefía volví a Gran Canaria, pero desterrado de la capital, no podía residir en Las Palmas de G.C., por lo que me puse con domicilio en Telde (donde tenía una tía) pero vivía realmente aquí. Pero todos los meses tenía que presentarme en Telde delante del alguacil para que viera que no estaba fugado. Durante ese “destierro” me fui a Tenerife a trabajar como portero de noche en una pensión, y estuve dos meses sin presentarme y fue la policía a buscarme, pero se portaron muy bien porque me hicieron allí un informe como que no estaba huido porque iba todos los días a comisaría a llevar el libro de huéspedes.

Después fui a la península, y fue allí donde empecé a disipar todo esto, con un señor muy culto y que había viajado mucho. Él era también amigo de Papillón, Henri Charrière, al que conocí también y me dijo “Octavio, escribe tu historia porque si la mía fue grave, la tuya fue horrenda”, porque cuando a él le pasó toda su historia él ya era un hombre y sin embargo yo todavía era un niño.

Foto de grupo con Henri Charriére (Papillón) y Octavio García
Dedicatoria en el libro Papillón de su autor para Octavio García

 

 

 

 

 

Está bien que por fin haya tanta libertad y derechos para los homosexuales, pero para mí llega demasiado tarde.

 

 

 

 

 

 

 

 

U: Le han homenajeado a usted, por ser valedor y portavoz de lo sucedido.

O.G.: Sí, tengo unas placas conmemorativas, soy socio de honor del Colectivo LGTB de Fuerteventura y he estado en Madrid. Se me ha reconocido más fuera de Gran Canaria que en mi propia isla. He estado con Pedro Zerolo, y cuando el homenaje que me hicieron en Fuerteventura fue tanta la emoción que no pude apenas subir al escenario. Subieron Zerolo y MarioCabrera, y yo sé que ellos se sienten con una deuda histórica.

U: Hemos llegado a una época de logros importantes para el colectivo LGTB, que usted dice que llega demasiado tarde, pero con su lucha con su visibilidad debe sentirse parte de ese logro.

Para mí es importante que yo hable de lo ocurrido, para que se sepa. Yo antes y ahora soy un hombre normal. No me ha importado dar la cara. Y que las nuevas generaciones aprendan algo de mí. Muchos lo creerán, otros lo dudarán y otros lo negarán. En reuniones que he estado en Barcelona y en Valencia, me comentaban que cuando se aplicaba la Ley de Vagos y Maleantes era con penas de seis meses, mientras que aquí en Canarias era de uno a tres años. Los caciques de aquí hicieron lo que les dio la gana. Y a muchos otros tantos homosexuales, de buenas familias o pudientes, nunca se les hizo nada.

Yo no olvido. Yo a veces me pongo en el sillón a ver la televisión y me vienen los recuerdos, y me pongo a pensar ¿cómo es posible? ¿cómo es posible que esté vivo? Porque de todos aquellos quedamos muy pocos vivos. Cargando piedras, los hombros ensangrentados, … ¡que cómo tengo todavía ganas yo de reirme! Y perder el respeto de amistades, de vecinos, de mucha gente…

Mejor no recordar… disipar.

Hoy estaré todo el día pensando.

No. Eso se ha disipado.

Hoy se acepta, no como antes.

Terminamos la conversación con Octavio, aunque seguimos hablando de otros temas, ya que la emoción lo había envargado. Esta entrevista también le supuso mucho para él. Revivir, recordar para que otros aprendan. Por ello, nuestra gratitud por haber dedicado parte de su tiempo para nosotros y compartir su experiencia.

Nuestro compromiso: mantener la llama de la memoria encendida.