Hay gente que me deja perplejo, y hasta me produce miedo. Como aquel turco-alemán que me insultó y amenazó por Growlr con partirme la cara si me atrevía a volver a escribirle (???), o quien me bloquea en Grindr porque no me gusta el sexo bareback. Casi me he acostumbrado a recibir mensajes de perfiles sin fotografía que te proponen algo, o intentan insultarte, para a continuación borrar el perfil (???).
Pero no todo es negativo. Mis salidas al supermercado están siendo muy fructíferas. En varias ocasiones, a la vuelta de la compra, recibo algún mensaje con un “Te he visto”, “Me gustas” u otro cumplido.
Ya no sólo nos fijamos en las vitrinas, sino que también tenemos en cuenta todas las “ofertas”.
¡Cómo cambian las cosas!, locales que cierran porque ahora se liga más en el super con el móvil. Pero en un mundo en el que muchos está acostumbrados a la inmediatez, todo ello también conduce a mayores frustraciones si no se consigue lo que deseas, y surge la agresividad. Es como otra realidad, la que hay a través del espejo (en este caso representado por la pantalla del móvil).
Los mensajes son cada vez más raros, y no es que sea antigua, pero sí adulto: se puede hablar y decir qué queremos. ¿Que no cuadra?… hasta luego, y ya está. Por eso cada vez me alegro más de una mirada en la calle, una sonrisa o un simple “hola”. Es tan fácil.